¿Cuántas veces hemos inclinado la cabeza delante de un bodrio de cuadro colgado el las impolutas paredes de un museo?
¿Cuántas veces nos hemos sorprendido del precio subastado de un lienzo amarillento e incomprensible que no sabemos ni orientar?
No eres el primero. Hace varias décadas que alguien decidió tomarse la revancha. El profesor Paul Jordan-Smith, en 1924, quiso dar una lección a los excesos del mundo del arte y sus especuladores.
Los años veinte eran tiempos de modas y vanguardias. Los adelantos en los sistemas de producción y comunicación, la cultura de masas y las nuevas tendencias hicieron que el arte llegase a todos los rincones y generase una demanda difícil de complacer. Las galerías no daban abasto a las peticiones de los marchantes y mercaderes, nuevos ricos e ignorantes del arte que solo buscaban la inversión y el rédito en un mundo acotado hasta entonces a intelectuales. Ahí es donde aparecieron los especuladores. Y ahí es donde el profesor de latín, periodista, ex-teólogo y crítico de las nuevas vanguardias Paul Jordan-Smith fabricó su mofa urdiendo un pequeño plan para dejar en entredicho los nuevos ‘valores del arte’.
Paul nunca en su vida había cogido un pincel. De hecho tuvo que pedir prestado todo el material a un amigo. Sin formación ni técnica alguna decidió pintar el cuadro más absurdo y delirante que se le vieniese a la cabeza. En 20 minutos tenía su obra de arte que tituló “Exaltación”. Una aborigen con cara de gorila y de alguna remota cultura isleña agitando un plátano sobre su cabeza. En realidad quiso dibujar una estrella de mar pero no fue capaz de representarla.
Pero eso lo podía hacer cualquiera. Necesitada adobar la basura con el traje mediático que usaban los marchantes con los que solía tratar por su relación en prensa. Necesitaba una biografía de pintor exótico y una nueva vanguardia que refundar. Se hizo una foto suya esperpéntica disfrazado de ‘loco artista ruso’ y se rebautizó como Pavel Jerdanowitch, fundador del nuevo movimiento llamado Desombracionismo. Una vanguardia pictórica caracterizada por la ausencia total de sombras. En realidad la ausencia total era de técnica para representarlas pero de la carencia, el periodista, quiso construir una virtud como hacían sus denostados marchantes.
Paul Jordan-Smith caracterizado como el pintor ruso Pavel Jerdanowitch (izda) y en un retrato normal (dcha)
Con el cuadro, la biografía y conviertiéndose en falso representante de sí mismo, Paul escogió uno de los círculos minoritarios de nuevas tendencias para presentar su obra en Nueva York. Una vez dentro logró convencer al grupo para llevar la obra a la célebre galería Waldorf Astoria, donde fue expuesta a finales de 1925 y atrajo la atención de los bufones de la crítica. Chabrier Comte, desde París, pidió una pequeña biografía de Jerdanowitch y una foto para publicar su crónica en la prestigiosa revista de arte ‘Revue du Vrai et du Beau’. Paul le contó que el autor era tuberculoso y que en uno de sus viajes terapéuticos a las Islas de los Mares del Sur había contactado con civilizaciones ignotas. Ahora vagaba como eremita por los desiertos de California. La suerte y la mentira estaban echadas.
Tras el éxito de la crítica llegaron las ofertas. En 1926 la Galería Marshall Field, de Chicago; encargó una pintura inédita a Jerdanowitch. Paul pintó por él lo que llamó “Aspiración”, estampa costumbrista de una lavandera de color ejerciendo a pleno sol. La crítica fue unánime:
“Una mezcla encantadora de Gauguin, arte pop, trova Negra, con un montón de individualismo de Jerdanowitch”
Al año siguiente logró exponer en Búfalo y una portada en la prestigiosa revista francesa ‘La Revue Moderne’. Sus obras fueron incluidas también en El Libro de Oro del Arte Moderno que se estaba editando por entonces. Paul decidió entonces desvelar el engaño en Los Ángeles Times. La respuesta de todos los críticos embaucados fue también unánime:
“Es evidente que Paul Jordan Smith ha logrado éxito con el engaño de sus pinturas porque tiene talento y ciertas dotes artísticas. Pero es demasiado ignorante para comprenderlas, amén de tener una gran locuacidad y poder embaucador propio de un novelista de tercera”
Paul Jordan Smith tuvo ofertas para seguir pintando…
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